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Baltasar Gracián

El nombre de Gracián es, para unos, sinónimo de argucia y sagacidad; para otros, de ingenio expresado en forma muy culta; y para todos, de persona que supo mantener una actitud de señorial dignidad en su vida.

Baltasar Gracián nació en Belmonte, provincia de Zaragoza, el 8 de enero de 1601 y falleció en Tarazona, de la misma provincia, el 6 de diciembre de 1658. Fue un escritor de nuestro Siglo de Oro que y forjó un estilo construido a partir de sentencias breves, densas, y en el que domina el juego de palabras y las asociaciones ingeniosas entre éstas y las ideas, todo ello expresado de forma lacónica.

El pensamiento de Gracián es pesimista. El mundo es un espacio hostil y engañoso donde prevalecen las apariencias frente a la virtud y a la verdad, de lo que resulta que el hombre es un ser débil interesado y malicioso. Sus obras principales fueron: El Héroe (1630); El Político Don Fernando el Católico (1640); Agudeza y Arte de Ingenio (1642); El Discreto (1645); Oráculo Manual y Arte de Prudencia (1640); y El Criticón (1650-3). Buena parte de estas obras se ocupan de dotar al lector de habilidades y recursos que le permitan desenvolverse entre las trampas de la vida, para lo cual debe saber hacerse valer, ser prudente y aprovecharse de la sabiduría basada en la experiencia. Incluso disimular y comportarse según la ocasión.

Seguidamente detallamos una selección de frases y sentencias que esperamos sean del gusto de nuestros socios:

-    El primer paso de la ignorancia es presumir de saber.

-   Para un caballero animoso nunca hay arma corta, porque con hacerse él un paso adelante, se alarga ella bastantemente, y lo que falta de acero lo suple el corazón con el valor.

-    El más poderoso hechizo para ser amado es amar.

-    Grande es dos veces el que abarca todas las perfecciones en sí y ninguna en su estimación.

-   Hay a veces entre un hombre y otro casi tanta distancia como entre el hombre y la bestia, si no en la sustancia, en la circunstancia; si no en la vitalidad, en el ejercicio de ella.

-    Saber y saberlo demostrar es saber dos veces.

-   Hasta las riquezas dan autoridad. Dora las más veces el oro las necias razones de sus dueños, comunica la palabra su argentado sonido a las palabras de modo que son aplaudidas las necedades de un rico, cuando las sentencias de un pobre no son escuchadas.

-    Hay mucho que saber y es poco el vivir, y no se vive si no se sabe.

-   El que entra con señorío, ya en la conversación, ya en el razonamiento, hácese mucho lugar y gana de antemano el respeto; pero el que llega con temor, él mismo se condena de desconfiado y se confiesa vencido; con su desconfianza da pie al desprecio de los otros o por lo menos a la poca estimación.

-   Hemos de proceder de tal manera que no nos sonrojemos ante nosotros mismos.

-    Bien es verdad que el varón sabio ha de ir deteniéndose, y más donde no conoce; entra con recato sondando los fondos, especialmente si presiente profundidad.

-    Hase de hablar como en testamento, que a menos palabras, menos pleitos.

-    El que siempre está de burlas nunca es hombre de veras y hay algunos que siempre lo están. Su rato han de tener las burlas; todos los demás las veras.

-    Todos los necios son obstinados y todos los obstinados son necios.

-    El no y el sí son breves de decir pero piden pensar mucho.

-    La muerte para los jóvenes es naufragio y para los viejos es llegar a puerto.

-   Prodigiosos son los ojos de la envidia; mucho tienen de sentir, no querrían ver tanto como ven; con ser los más perspicaces, nunca se vieron serenos.

-  La alabanza en boca propia es el más cierto vituperio; siempre los que merecen más hablan de sí menos.

-  ¡Oh alabanza, que siempre vienes de los extraños! ¡Oh desprecio, que siempre llegas de los propios!

-    En la alteza del espíritu y en los altos pensamientos consiste la grandeza. No hay hidalguía como la del corazón que nunca se abate a la vileza.

-  Sea el decir con juicio, el obrar con decoro, las costumbres graves, las acciones heroicas; que esto hace a un varón venerable, que no fantásticas presunciones.

-    Las cosas que pronto llegan a su perfección, valen poco y duran menos; una flor, pronto es hecha y pronto deshecha; más un diamante, que tardó en formarse, apela para eterno.

-   Tanto se requiere en las cosas la circunstancia como la sustancia; antes bien lo primero con que topamos no son las esencias de las cosas, sino las apariencias; por lo exterior se viene en conocimiento de lo interior, y por la corteza del trato sacamos el fruto del caudal; que aún a la persona que no conocemos, por el porte la juzgamos.

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