Contacto:

Asociacion de Mayores del Barrio de la Estrella
Calle Doctor Esquerdo nº 105
28007 Madrid

 

¿Quiere hacerse socio?

Si vive en nuestro entorno y desea formar parte de nuestra Asociación, utilice nuestro formulario de contacto indicándonos los nombres de un socio que le presente o si conoce a algún miembro de la Junta directiva. Igualmente, explíquenos también los motivos por los que quiere pertenecer a AMBE.

Asociación de Mayores del Barrio de la Estrella
            Asociación de Mayores delBarrio de la Estrella
Aurora Lozano, socia de AMBE

EL ÚLTIMO ESCALÓN

 

Sus risas llegaban hasta mis cansados oídos al paso de sus comentarios, idas y venidas a la caza certera de algunas mesas en donde reunirse para bien jugar a las cartas o departir lo vivido en aquella jornada. El hall del Hotel se llenaba de seres ávidos de diversión y recreo, ese que quizá, no pudieron disfrutar en otra época; estaban ya en ese escalón postrero de sus vidas. Lo hacían con sabiduría adquirida a lo largo del tiempo y, sus sonrisas nada fingidas, me devolvían esa esperanza algo perdida en los últimos años. En un instante, descubrí que existía otro mundo paralelo que, aunque veladamente ignorado e infravalorado por todos nosotros, reconfortaba al elevarte a otra altura, quizá, aquella que muchos desconocemos.

 

Algunos con pareja, otros solos, vivían al compás de aquella música nocturna que llegaba a las habitaciones de aquellos que querían perder su tiempo observando los aburridos programas televisivos que, desde hace tiempo, nos martirizan sin cesar; incluyendo los espacios publicitarios que parecen no acabar jamás. Se movían con magistral precisión en la pista de baile al son de melodías que, en otro tiempo, tuvieron. Recuerdos de su añorada juventud para asumir su presente que tampoco entristecía sus rostros. Sus cuerpos ya deformados por el paso de los años y sus cabezas plateadas como el color de la luna, danzaban sin cesar a lo largo de aquellas dos horas de esparcimiento. Sabios, a la postre, conocedores de la bonanza que supone desgastar esas calorías de la cena para llegar a alcanzar un sueño sano y reparador.

 

Como niños en el colegio se atenían a un horario previamente establecido aun cuando en sus corazones latía el gran conocimiento de la vida. Por unos días, olvidaban sus vivencias negativas del pasado y, tan solo, recordaban los mejores y más felices momentos de su andadura. Así se iban sucediendo los días hasta que aquel gran autobús les devolviera a su ansiado hogar.

 

Al acudir al comedor, a diario, para degustar los menús elaborados por personas responsables de esta área, nos saludaban con efusión y afecto, incluso sin conocernos demasiado, algo que, en estos días, se echa de menos. La comunicación se hacía latente y, sus comentarios triviales pero amenos, me despertaban de ese letargo en el cual estaba sumida.

 

Eran más hembras que varones por aquello de las estadísticas realizadas en torno a la esperanza de vida que, hasta estos momentos, se ha cumplido. Posiblemente dentro de un tiempo esto varíe pues, no en vano, la vida de las féminas de la actualidad ha cambiado ostensiblemente.

 

En el viaje de vuelta, al observar el paisaje valenciano tan verde y frondoso y esa tierra roja de arcilla, a mi memoria volvieron a surgir escenas cargadas de entrañables recuerdos como aquella de la pareja de Zaragoza. Se trataba de un matrimonio de los que llegan a su fin unidos y sin graves problemas familiares. Él parlanchín y ella callada pero atenta a lo que Agustín contaba de sus vidas. Luchadores hasta el final, habían llegado a una edad en la que esa lucha cede y disfrutaban al máximo y con deleite sus horas en aquella tierra valenciana. Quizá, fuera su último viaje. No importaba. Lo habían vivido en profundidad. Estos pensamientos, sin poderlo evitar, me hicieron evocar los días en que mis padres nos acompañaban a un pueblecito de esa misma Comunidad y ayudaban a nuestras pequeñas. Nosotros también aportábamos nuestra consideración y cariño, así como el apoyo definitivo que más tarde surgió en el último escalón de sus vidas.

 

Fueron generaciones fuertes, sin duda, pues llevaron sobre sus espaldas la miseria, la carencia y el miedo estoicamente. No obstante, debo reconocer que, a pesar de todo ello, muchos fueron más felices que nosotros precisamente por ese motivo. Nosotros, venimos de una generación diferente. Somos esa a la que llaman “la generación chicle”, la cual tuvo que poseer una mente dúctil y camaleónica donde las haya. No creo que fuéramos mejores, pero lo que si es cierto es que nosotras tuvimos que trabajar fuera y en casa. Esto nadie lo puede dudar. Nuestros maridos, salvo excepciones, demandaban demasiado sin ofrecer a cambio aquellos privilegios que generaciones anteriores tuvieron. Por ejemplo: la tranquilidad de esperar el salario semanal o mensual, mientras los quehaceres domésticos y el papel de madre era desarrollado con total voluntariedad y sumisión. Soy consciente de que, como todo no se puede alcanzar en la vida, algunas mujeres estaban bajo el manto dorado de sus esposos sin esa libertad que, aun sin ser muy amplia, pudimos alcanzar gracias a la educación recibida. Hoy en día la juventud ha variado estas conductas en su mayoría, a pesar de tener todavía alguna que otra cuenta pendiente por ahí suelta que hace perder la paciencia a muchas. No quiero olvidar que existen hombres maravillosos que aportan al hogar múltiple ayuda. Ellos siempre existieron en aquel momento y en éste. A ellos dedico estas líneas para ensalzar sus actos y verter un poco de luz a las generaciones venideras.


Aurora Lozano

- - -

 



 



Versión para imprimir | Mapa del sitio
© Asociacion de Mayores del Barrio de la Estrella

Página web creada con IONOS Mi Web.