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Asociación de Mayores del Barrio de la Estrella
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sabiduría desaprovechada

 

En los pueblos más antiguos de la humanidad, se contaba con el Consejo de Ancianos como órgano consultivo, pero sus consideraciones no eran meramente declarativas, sino que se tenían muy en cuenta por el jefe de la tribu. Nada importante se hacía sin contar con ellos. Era como el actual Consejo de Estado, pero con personas cuya rica vida y experiencia se ponían al servicio de la colectividad. 

En la sociedad actual, a los mayores se los arrincona, se les busca una residencia en la que, a ser posible, no puedan salir y no molesten mucho, o los gobiernos de turno rezan para que no duren mucho y, así, el sistema de pensiones se oxigena para que sus excedentes puedan ir a mano de los Bárcenas, ERES o a gastos de representación internacional de las autonomías, si no a gastárselo en propaganda con la historia falseada. 

Hoy, las sociedades modernas desprecian la sabiduría de la experiencia, huyen despavoridas del paso del tiempo y buscan subterfugios e inventos de dudosa consistencia científica. Envejecer con dignidad, con arrugas por haber reído o sufrido, por haber entornado los ojos para no ver lo infinita que es la estupidez humana o para abrirlos mucho para admirarnos de las maravillas de los nietos, definitivamente, no se lleva. 

Quienes quieren triunfar a base de imagen (aunque no haya una formación moral y profesional detrás) siguen buscando el elixir de la eterna juventud, se ponen bótox, se hacen cirugías estéticas tan parecidas, y en los mismos lugares, que todas esas personas tienen ya una cara estándar, inexpresiva y con labios abultados. 

Si nos fijamos en que lo que hoy triunfa son los cuerpos esculturales, tanto en ellas como en ellos, o la golfería programada y contada a los cuatro vientos, reflejado todo ello e programas de telebasura o en las transmisiones del dios fútbol, podemos entender algo de todo esto. Los investigadores científicos, los buenos médicos (en España, legión, y ahí va una muestra: Francisco Rubio e Ignacio Pinazo, anestesistas; Enrique Moreno, cirujano; Juan Casado, pediatra; Agustín Echevarría y Amparo García del Real, ginecólogos; Rafael González Díaz, traumatólogo; Raquel Díaz Simón, internista…), los profesores o, en definitiva, los buenos profesionales, no son líderes en nuestra sociedad. Bien es cierto que hay deportistas de la talla de Rafa Nadal o Pau Gasol que superan el tópico de la mayoría y son excelentes líderes para muchos jóvenes, pero lo cierto es que hoy la sociedad adora a los Messi o Ronaldo, a las Belén Esteban o a las Mª José Campanario, que poco bueno aporta n a la moral social. De ahí que a personas ancianas, mayores o viejas (desterremos el eufemismo vacío de ”Tercera Edad”) se las arrincone en lugares donde pasen desapercibidas y rara es la ocasión en que su voz es escuchada cuando son objeto de un premio o reconocimiento internacional, pero siempre otorgado por instituciones de fuera de nuestras fronteras (porque aquí sigue costando demasiado ser profeta en la propia tierra), y eso nos recuerda que, en nuestro país, además de políticos empecinados en enriquecerse o en romper España, hay excelentes profesionales con cierta edad, que tienen todavía mucho que decir. 

En definitiva, que un pueblo que no escucha a sus ancianos está despreciando unos conocimientos y una experiencia que no se aprenden ni en el colegio ni n la universidad. Sólo haber vivido, con estrecheces, con incomodidades y con una enorme ilusión por salir adelante, da esa pátina de serenidad que permite decir verdades como puños si esperar la aprobación de quienes mandan. 

Y termino una anécdota que seguro que conocerán los lectores de AMBE: un presumido estudiante que se encontraba en un autobús lleno hasta los topes se tomó la molestia de explicarle a un señor mayor, sentado a su lado, porqué le es imposible a la vieja generación comprenderá la suya la nueva. 

Usted creció en un mundo diferente, un mundo casi primitivo”, dijo en voz suficientemente alta para que lo escucharan a su alrededor. “Los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet, aviones a reacción, viajes al espacio, el hombre caminando sobre la luna… Nuestras sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves con energía nuclear y coche eléctrico y de hidrógeno. Ordenadores con procesos a la velocidad de la luz… Y más”. 

Después de un breve silencio, el hombre mayor respondió: “Tienes razón, hijo mío, nosotros no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes…, así que las INVENTAMOS. Ahora, ¡arrogante gilipollas!, ¿qué estás haciendo tú para la próxima generación?”. El aplauso fue atronador.

                                                                                                       Fernando Vilches

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